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Entidad oncológica especializada en prevención, diagnóstico y tratamiento del cáncer.
Cuando aparece la palabra “cáncer”, es normal que surjan preguntas: ¿por qué pasa?, ¿hubo algo que pude evitar?, ¿qué señales no debo dejar pasar?. En el cáncer de riñón, la ciencia ha identificado factores que aumentan el riesgo y hábitos que ayudan a prevenir una parte de los casos. También ha descrito tipos distintos de cáncer renal y pruebas que permiten llegar al diagnóstico. En esta nota, explicamos en lenguaje claro qué se sabe hasta hoy y cómo aterrizarlo a decisiones de cuidado cotidiano, con base en fuentes confiables.
El cáncer de riñón se origina cuando algunas células del riñón crecen de manera descontrolada y forman un tumor. La mayoría de casos en adultos corresponden al carcinoma de células renales (CCR), que nace en los diminutos túbulos que filtran la sangre dentro del riñón. Con menos frecuencia, el cáncer puede iniciar en la pelvis renal (la zona donde se recolecta la orina antes de ir al uréter); en ese caso suele ser un carcinoma urotelial, parecido al cáncer de vejiga. En la infancia, el tumor más común es el tumor de Wilms. Estas distinciones importan porque no todos los cánceres renales se comportan igual y sus factores de riesgo pueden variar.
En oncología solemos hablar de factores de riesgo más que de “causas” únicas. Esto significa que existen condiciones o exposiciones que aumentan la probabilidad de que aparezca un cáncer de riñón, pero no lo garantizan. En el cáncer renal, los factores con mejor evidencia son:
• Tabaquismo. Fumar incrementa el riesgo de carcinoma de células renales; cuanto más tiempo y cantidad, mayor el riesgo. Dejar de fumar lo reduce con el tiempo.
• Obesidad. El exceso de grasa corporal se asocia a un riesgo más alto de CCR, probablemente por cambios hormonales e inflamatorios que afectan a los riñones.
• Hipertensión arterial. Mantener la presión elevada sin control se ha vinculado con mayor riesgo. No está del todo claro si el efecto proviene de la hipertensión en sí, de algunos tratamientos o de ambos, pero controlarla es clave.
• Exposición laboral a ciertos químicos. El tricloroetileno (solvente industrial) es uno de los compuestos con señal más consistente. Otras exposiciones ocupacionales (por ejemplo, a cadmio) se han asociado en algunos estudios.
• Insuficiencia renal avanzada y diálisis prolongada. Las personas con enfermedad renal crónica avanzada, especialmente quienes reciben diálisis de larga duración, presentan un riesgo mayor de CCR.
• Uso prolongado de determinados analgésicos. El uso a largo plazo de analgésicos de venta libre se ha asociado con un riesgo mayor en ciertos análisis; el vínculo exacto depende del medicamento y del patrón de uso.
• Edad y sexo. El cáncer de riñón es más frecuente en personas mayores y en hombres.
• Historia familiar y síndromes hereditarios. Haber tenido familiares de primer grado con CCR o presentar síndromes genéticos específicos aumenta el riesgo.
Para quienes desean un listado más operativo, estos son los factores que más consistentemente aparecen en la literatura de referencia:
1. Fumar cigarrillos (riesgo mayor de CCR; disminuye tras dejar de fumar).
2. Índice de masa corporal elevado / obesidad.
3. Hipertensión arterial (control insuficiente o sostenido).
4. Exposición ocupacional a tricloroetileno u otros solventes/metales (por ejemplo, cadmio).
5. Insuficiencia renal crónica y diálisis de largo plazo.
6. Uso prolongado de ciertos analgésicos de venta libre.
7. Edad (riesgo mayor a medida que pasan los años).
8. Sexo masculino.
9. Historia familiar de CCR.
10. Síndromes hereditarios con predisposición a cáncer renal.
11. Diferencias por raza, etnia o geografía (interacción de genética, ambiente y acceso a salud).
También te puede interesar: Arenilla en los riñones: Qué debes saber al respecto
Bajo el paraguas de “cáncer de riñón” existen varios subtipos. El carcinoma de células renales es el más frecuente en adultos y, a su vez, se subdivide en:
• Células claras (el más común).
• Papilar (tipo 1 y 2).
• Cromófobo.
• Otros menos frecuentes (por ejemplo, tumores de los conductos colectores).
Algunos síndromes hereditarios se asocian preferentemente con ciertos subtipos:
• Síndrome de von Hippel–Lindau → mayor riesgo de CCR de células claras.
• Carcinoma papilar hereditario (mutaciones en MET) → CCR papilar.
• Síndrome de Birt–Hogg–Dubé (FLCN) → CCR cromófobo y oncocítico.
Estos síndromes no son la causa de la mayoría de casos, pero importa identificarlos cuando hay antecedentes familiares o diagnósticos a edades inusuales, porque cambian el enfoque de vigilancia y consejería genética.
En cambio, el carcinoma urotelial de la pelvis renal comparte varios factores con el cáncer de vejiga, incluido el tabaquismo. Diferenciar CCR de cáncer urotelial es importante porque el manejo y el pronóstico difieren.
El diagnóstico combina síntomas, exámenes e imágenes:
• Síntomas y hallazgos clínicos. La tríada clásica (dolor en el costado, masa palpable, sangre en la orina) no aparece en todos los casos y suele ser tardía. Muchas veces el tumor se descubre de manera incidental en una ecografía o tomografía solicitada por otra razón.
• Pruebas de laboratorio. Análisis de orina (para buscar hematuria) y pruebas de sangre que evalúan función renal y otros parámetros.
• Imágenes. La tomografía computarizada (TC) y la resonancia magnética (RM) son centrales para detectar el tumor, evaluar su tamaño y extensión e identificar compromiso de vasos o estructuras vecinas. La ecografía es útil como estudio inicial o de seguimiento.
• Biopsia. No siempre es necesaria. En algunos escenarios, el equipo puede indicar biopsia para confirmar el tipo de tumor antes de planificar el tratamiento.
• Estadificación. Una vez confirmado, se determina la etapa (tamaño, invasión local, ganglios, metástasis) porque orienta el manejo.
Cuándo consultar: si notas sangre en la orina, dolor persistente en la zona lumbar/flanco sin explicación, pérdida de peso inexplicada, fiebre prolongada sin causa o fatiga marcada, consulta. Quienes tienen riesgos altos (por ejemplo, síndromes hereditarios o diálisis crónica) deberían hablar con su equipo sobre vigilancia personalizada.
No todos los casos son prevenibles, pero reducir los factores de riesgo modificables sí puede marcar una diferencia:
• No fumar. Es una de las acciones con mayor impacto; el riesgo baja progresivamente tras dejarlo.
• Peso saludable y actividad física. Mantener un IMC en rango saludable y moverse de forma regular ayuda a disminuir riesgo.
• Control de la presión arterial. Trabajar con tu equipo para alcanzar metas de presión protege el riñón.
• Cuidado ocupacional. Si trabajas con solventes o metales, sigue los protocolos de seguridad para reducir exposición.
• Uso responsable de analgésicos. Evita la automedicación crónica; consulta sobre alternativas cuando necesitas analgésicos con frecuencia.
• Controles según tu perfil. Ante antecedentes familiares o síndromes hereditarios, conversa sobre consejería genética y planes de seguimiento apropiados.
No siempre. Muchos casos se descubren por casualidad en estudios de imagen realizados por otros motivos. Por eso no hay que esperar a tener dolor para consultar si aparece sangre en la orina u otros signos de alarma.
Las asociaciones dietéticas específicas no están claramente establecidas. Lo más consistente es el efecto del tabaquismo, la obesidad y la hipertensión.
Sí, la enfermedad renal avanzada y la diálisis prolongada se asocian a mayor riesgo de CCR. Tu equipo puede recomendar vigilancia periódica con imágenes o exámenes adaptados a tu situación.
No siempre. Una historia familiar clara o un diagnóstico a edad inusual puede motivar una evaluación genética. Hablarlo con tu especialista ayuda a decidir si corresponde.
La ecografía es útil para detectar una masa, pero la caracterización y la estadificación requieren tomografía o resonancia.
El carcinoma de células renales nace en el tejido que filtra la sangre; el carcinoma urotelial de la pelvis renal empieza en el revestimiento por donde pasa la orina. Comparten algunos factores, pero su manejo clínico puede ser distinto.
• Si fumas, pide ayuda para dejarlo.
• Mide tu presión periódicamente y registra tus cifras.
• Cuida tu peso con metas realistas.
• Pregunta en tu trabajo sobre seguridad ocupacional.
• Consulta ante signos de alarma sin demorar.
• Acompaña la información con apoyo emocional.
Entender qué aumenta el riesgo de cáncer de riñón y qué puedes hacer hoy para reducirlo no es para asustarte: es para darte herramientas. No todo está bajo nuestro control, pero mucho sí lo está: no fumar, cuidar el peso, mantener la presión en metas y consultar a tiempo. Si en tu caso existen antecedentes familiares o condiciones médicas que elevan el riesgo, no estás solo. Conversa con tu equipo: con información clara y un plan realista, se puede prevenir una parte de los casos y diagnosticar a tiempo muchos otros.
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Bibliografía / Referencias:
CDC – Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (EE. UU.).
Cáncer de riñón: información básica.
https://www.cdc.gov/kidney-cancer/es/about/index.html
American Cancer Society (ACS).
Factores de riesgo para el cáncer de riñón.
https://www.cancer.org/es/cancer/tipos/cancer-de-rinon/causas-riesgos-prevencion/factores-de-riesgo.html
American Cancer Society (ACS).
Cáncer de riñón – información general, detección, diagnóstico y clasificación por etapas.
https://www.cancer.org/es/cancer/tipos/cancer-de-rinon.html
National Cancer Institute (NCI, National Institutes of Health – EE. UU.).
Renal Cell Cancer Treatment (PDQ®) – Patient Version.
https://www.cancer.gov/types/kidney/patient/kidney-treatment-pdq
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