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Cáncer de hígado

Lectura de 9 minuto(s)

El órgano interno de mayor tamaño en el cuerpo es el hígado. Este órgano es primordial para la digestión de los alimentos.

El hígado tiene varias funciones, entre ellas se incluyen:

  • El almacenamiento y procesamiento de los nutrientes esenciales que absorben los intestinos.
  • La recolección y el filtrado de la sangre procedente de los intestinos.
  • La conversión de algunos nutrientes en energía o sustancias necesarias para reparar y regenerar tejidos.
  • La eliminación de toxinas del organismo.
  • La producción de algunos de los factores de la coagulación sanguínea. 
  • La participación en el mantenimiento del nivel de azúcar adecuado en el cuerpo.

Cuando las células sanas cambian y crecen sin control forman una masa denominada tumor, el cual da origen al cáncer de hígado. Este tumor puede ser de dos tipos: benigno o maligno. El tumor benigno podría crecer; sin embargo, no se diseminará. Por su parte, el tumor maligno podría crecer y diseminarse a otras partes del cuerpo.

Los especialistas distinguen dos grupos de cáncer hepático, dependiendo del origen de las celulares cancerígenas: cáncer al hígado primario y el cáncer al hígado secundario.

Cáncer al hígado primario

Se le denomina cáncer al hígado primario al que se desarrolla en el mismo hígado. Existen varias clases de cáncer al hígado primario:

  • Carcinoma hepatocelular. También denominado cáncer hepatocelular o hepatoma, es el más recurrente en adultos. Alrededor de cuatro de cada cinco cánceres desarrollados en el hígado son de este tipo. Aproximadamente, el 10 al 20 % de los cánceres iniciados en el hígado son de este tipo de cáncer.
  • Colangiocarcinoma intrahepático. Este tipo de cáncer se desarrolla en las células que cubren los conductos biliares pequeños dentro del hígado. Se estima que alrededor del 10 al 20 % de los cánceres iniciados en el hígado son Colangiocarcinoma intrahepático.
  • Angiosarcoma y hemangiosarcoma. Es un tipo de cáncer no tan frecuente. Se inicia en las células que reviste los vasos sanguíneos del hígado. Para el momento en que se detecta, ya se ha extendido demasiado como para extirparlo quirúrgicamente. La radioterapia y la quimioterapia podrían ayudar a desacelerar la enfermedad, pero, por lo general, es un cáncer muy difícil de tratar.
  • Hepatoblastoma. Es un tipo de cáncer de hígado poco común. Se desarrolla en niños, por lo general en menores de cuatro años de edad. Las células del hepatoblastoma son similares a las células fetales del hígado. Alrededor dos de cada tres niños con estos tumores reciben tratamiento con quimioterapia y cirugía de manera exitosa. Los tumores son más difíciles de tratar si se han extendido fuera del hígado.

Cáncer al hígado secundario

En un gran número de los casos en que se llega a detectar el cáncer de hígado, por lo general no se desarrolló allí, sino que se extendió desde otra parte del cuerpo como: el colon, el páncreas, el estómago, el pulmón o el seno.

Debido a que se ha extendido de su localización original, es un cáncer al hígado secundario. A estos tumores se les llama y trata según el lugar donde se inició. Por ejemplo, el cáncer que comenzó en los pulmones y se extendió al hígado se denomina cáncer de pulmón con propagación al hígado, no cáncer hepático, y se debe tratar como cáncer de pulmón.

mujer palpando su hígado

¿Cómo se ocasiona el cáncer de hígado?

Las causas exactas que ocasionan el cáncer hepático hasta el momento no están del todo claras. El factor de riesgo para el cáncer de hígado es un daño celular constante por el virus de la hepatitis.

Básicamente, una infección con el virus de la hepatitis B podría ocasionar cáncer hepático. El riesgo se incrementa cuanto más extensa sea la infección. La persona que haya sido infectada con hepatitis B en el parto tiene un gran riesgo de sufrir cáncer al hígado por razón de la duración de la infección que alguien que se haya infectado más tarde.

Asimismo, la infección por hepatitis C supone un factor de riesgo. Además de estos factores de cáncer al hígado, existen otras causas que elevan el riesgo de sufrir cáncer hepático:

  • Hemocromatosis.
  • Ingesta de determinadas hormonas sexuales (por ejemplo, anabolizantes).
  • Desnutrición.
  • Polvo de cloruro de vinilo.

Si se presenta varios de estos factores al mismo tiempo, el riesgo de padecer cáncer de hígado se incrementa notablemente. Las investigaciones científicas proponen que ciertas enfermedades podrían suponer factores de riesgo, como:

  • Quistes en el conducto colédoco.
  • Tumores, en principio benignos, de los conductos biliares.
  • Cálculos en los conductos biliares.
  • Una infección crónica rara de los conductos biliares.
  • Enfermedades hepáticas por infecciones crónicas con parásitos, como duelas del hígado o dístomos.
  • Tabaco.
  • Edad avanzada.

Síntomas del cáncer de hígado

Por lo general, el cáncer de hígado produce síntomas más bien generales. En estados precoces de la enfermedad casi no aparecen molestias. Es por esto que el diagnóstico del cáncer se plantea con frecuencia mucho más tarde, lo cual agrava el pronóstico. En una evolución más adelante, el cáncer de hígado podría causar síntomas como:

  • Agrandamiento de la región superior derecha del abdomen.
  • Pérdida de peso sin causa justificada.
  • Dolor persistente en la zona central superior del abdomen.
  • Falta persistente de apetito.
  • Fatiga o debilidad.
  • Hinchazón abdominal generalizada progresiva.
  • Coloración oscura de la orina y heces blanquecinas.
  • Fiebre, confusión o somnolencia excesivas.
  • Náuseas y vómitos.
  • Sensación de saciedad precoz tras ingerir alimentos.

Todos estos indicios deben ser motivo suficiente para poder acudir a un especialista. Este podrá excluir o confirmar si ha sido el cáncer de hígado el que ha causado estos síntomas u otra enfermedad. En varios casos, hay factores menos graves para explicar las dolencias.

Tratamiento del cáncer de hígado

En el cáncer hepático, el tratamiento va a depender de una serie de factores; por un lado, la posición del tumor, la extensión y el tamaño; por otro, la edad y el estado de salud del enfermo.

En cuanto se detecta que existe cáncer de hígado, el médico debería comunicar al afectado qué tipos de tratamiento podrían emplearse e indicarle las posibles desventajas y ventajas de los distintos tratamientos.

Asimismo, es igualmente importante el estado del hígado. Las cuestiones centrales son: ¿funciona el hígado correctamente?, ¿hay cirrosis hepática o no?

Al crear su plan de tratamiento, se debería considerar factores importantes que incluyen la etapa del cáncer y la salud del resto de su hígado. Sin embargo, también debe tomar en cuenta los posibles efectos secundarios del tratamiento, su estado de salud general, los cambios de la curación de la enfermedad, su extensión de vida o alivio de los síntomas.

Según estos factores, sus opciones de tratamiento pueden incluir:

  • Cirugía. Actualmente, la cirugía, ya sea con resección (extirpación del tumor) o un trasplante de hígado, ofrece la única posibilidad razonable de curar un cáncer al hígado. Si la extirpación de todo el cáncer es exitosa, usted tendrá el mejor pronóstico.
  • Ablación del tumor. Consiste en la destrucción de los tumores sin necesidad de extirparlos. Se emplea en pacientes que poseen pocos tumores y pequeños, cuya cirugía no es una buena opción de tratamiento. También se utiliza en pacientes que están en la espera por un trasplante de hígado. Los efectos secundarios pueden incluir infección en el hígado, dolor abdominal y sangrado en la cavidad toráxica o el abdomen. Son complicaciones poco comunes, pero posibles de ocurrir.
  • Embolización del tumor. Se inyectan sustancias para reducir o bloquear el flujo de sangre a las células cancerosas en el hígado. Así, ayuda a eliminar las células cancerosas, pero deja gran cantidad de las células sanas del hígado sin necesidad de afectar, debido a que obtienen el suministro de sangre de la vena porta. Sus efectos secundarios pueden incluir dolor abdominal, náusea, fiebre, infección en el hígado, inflamación de la vesícula biliar y coágulos sanguíneos en los vasos sanguíneos principales del hígado. 
  • Radioterapia. Emplea rayos de alta energía para eliminar las células cancerosas. Los efectos secundarios pueden incluir: cambios en la piel (desde enrojecimiento hasta ampollas y descamación), náuseas y vómitos, cansancio y bajos recuentos sanguíneos. Estos efectos se alivian después de finalizar el tratamiento.
  • Terapia dirigida. Los medicamentos de terapia dirigida funcionan de forma distinta a los medicamentos empleados en la quimioterapia convencional. Por lo general, desarrollan distintos efectos secundarios y suelen ser menos severos.
  • Quimioterapia. Consiste en el tratamiento con medicamentos que destruyen las células cancerosas y se administran por la boca o se inyectan en la vena. Así entran en el torrente sanguíneo y alcanzan todas las áreas del cuerpo. Es un tratamiento potencialmente útil contra el cáncer que se ha propagado a órganos distantes. 

Los efectos secundarios de la quimioterapia dependerán del tipo y dosis de los medicamentos, así como de la duración en que son administrados. Pueden incluir: caída de pelo, úlceras en la boca, pérdida de apetito, náuseas, vómitos, diarrea, aumento de la probabilidad de infecciones, tendencia a presentar moretones o sangrados fácilmente y cansancio.

Estos efectos secundarios son frecuentemente temporales y desaparecen luego de finalizar el tratamiento. Con frecuencia, hay formas de aliviarlos. Por ejemplo, se pueden suministrar medicamentos para ayudar a prevenir o reducir los vómitos y las náuseas.

Asegúrese de preguntar al médico o enfermera sobre los medicamentos que ayudan a reducir los efectos secundarios. Algunos medicamentos pueden presentar sus propios efectos secundarios específicos.

¿Cómo se previene el cáncer de hígado?

Respecto a la prevención del cáncer de hígado, es importante entender que la cirrosis hepática desempeña un papel sumamente importante. Al prevenir una cirrosis hepática, se prevendrá el cáncer al hígado, ya que la gran mayoría de los tumores cancerosos del hígado aparecen sobre la base de una cirrosis.

El riesgo de una causa común de cirrosis hepática, la hepatitis B, podría reducirse mediante la vacunación contra el virus de la hepatitis B. Lamentablemente, hasta el día de hoy no se conoce vacuna contra la hepatitis C.

Para poder reducir las posibilidades de que una infección hepática aguda se transforme en una hepatitis crónica, cualquier persona que sufra de hepatitis C o B tendrá que recibir a tiempo un tratamiento. En algunas ocasiones se podrá evitar así el desarrollo a largo plazo de la enfermedad.

Las personas que sufren de cirrosis hepática pertenecen a un grupo de riesgo y deberán someterse a un examen médico dos veces al año. El médico realizará una ecografía y examinará ciertos valores en sangre. Esto abre oportunidades nuevas para detectar el tumor a tiempo e iniciar lo antes posible un tratamiento, aumentando las posibilidades de curación.

El alcoholismo podría provocar una hepatitis de hígado adiposo y multiplicar así el riesgo de sufrir cirrosis hepática. Por ello, el no beber alcohol es un método eficaz de prevenir una cirrosis hepática y, por tanto, de sufrir cáncer al hígado.

Si sufre de hemocromatosis deberá recibir tratamiento, ya que de igual manera plantea un factor de riesgo para el cáncer al hígado.

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Marrero, J. A. et al (2018). "Diagnosis, Staging, and Management of Hepatocellular Carcinoma: 2018 Practice Guidance by the American Association for the Study of Liver Diseases". Hepatology. Aug. 68 (2):723-750. Recuperado de: https://reference.medscape.com/medline/abstract/29624699

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