Era el año 2014. Cecilia Ubillús acudió, como cada año, a su control preventivo en Oncosalud. En cuanto su médico la auscultó, tuvo indicios de que había algo irregular en la mama derecha y le mandó a hacer unos exámenes para confirmar sus sospechas.
Los resultados sorprendieron a Cecilia. Tenía un tumor de cáncer en el grado 2B y era necesario practicarle una mastectomía radical(4). Es decir, debía someterse a una operación en que le retirarían la mama por completo y también los ganglios linfáticos.
Tras recibir el impacto de la noticia, no tuvo tiempo para pensarlo demasiado, había que actuar rápido. Pensando en que sus hijas la necesitaban sana, se sometió a la operación. Inmediatamente después de retirarle la mama, le hicieron una reconstrucción mamaria(5).
En su caso, “la reconstrucción consistió en extraer el tejido de otra parte de mi cuerpo (tejido autógeno) y ponerlo en mi pecho”. En otros casos, la reconstrucción se realiza con un implante de silicona o de una solución salina. La aplicación de un método o el otro, depende del estado de la paciente y la decisión del médico.
Cecilia nos ofrece su testimonio ahora que ya está curada del cáncer. Lo hace contenta, orgullosa y con la serenidad que le ha dado el paso del tiempo, después de enfrentar con coraje las 18 sesiones de quimioterapia y las 28 sesiones de radiación.
“Se me cayó el cabello, las pestañas y las cejas. Físicamente, era otra persona. Pero en ese momento la verdad es que no me preocupaba mi físico. Más bien, me inquietaban mis hijas, que entonces eran pequeñas, tenían 4 y 5 años”, recuerda Cecilia.
Ella no quería que las niñas tuvieran una visión negativa de la enfermedad y de lo que mamá estaba viviendo. “Recurrí a toda la paz interior que podía haber dentro de mí para enseñarles que, ante la adversidad, uno debe dar lo mejor de sí”, expresa.
Y las niñas aprendieron bien, y rápido. Durante todo el proceso, fueron su motivación para seguir en la lucha y sanar. Sus enfermeras, ayudantes, consejeras para la elección de la peluca y, cómo no, las visitantes más esperadas luego de cada operación.
La enfermedad las unió de una manera que Cecilia no podía haber imaginado. “Después de cada sesión de quimioterapia yo no me sentía mal, al contrario, me daba hambre. Como las sesiones duraban 3 a 4 horas, mis hijas preparaban mi lonchera”, recuerda.
Junto al amor de sus hijas, que le sirvió de motivación para vencer el cáncer, Cecilia afirma que sintió otro gran apoyo en Dios, pues confiaba en él para salir adelante. Así, pasó la etapa más difícil del tratamiento –y seguramente de su vida- y volvió a trabajar.
Ahora lleva su vida normal, se le ve radiante, se siente útil, animada, feliz de ayudar a otras mujeres, ofreciendo su testimonio de haber vencido el cáncer. Además, continúa su tratamiento. Cada 12 semanas, realiza una terapia de bloqueo hormonal(6).
En algunos casos, las células del cáncer encuentran la manera de crecer al adherirse a las hormonas sexuales femeninas, estrógeno y progesterona. La terapia de bloqueo hormonal evita esta adhesión y así se evita que el cáncer continúe creciendo.
"Producto de esa terapia, muchas veces siento que me quedo con muy poca energía. Pero lo asumo como una manera de conocer mi cuerpo y lo afronto como una forma de tolerar los cambios. Sé que esto es temporal, que va a pasar, voy a salir airosa y me sentiré bien”.
Pensar de manera positiva le ayudó mucho a sobrellevar la enfermedad. Cecilia nunca negó el dolor ni la tristeza, nunca se quejó. Asumió todo como una verdadera guerrera, como parte de todo el proceso de curación, y siguió las indicaciones médicas al pie de la letra.
“Dios me puso en el camino a profesionales A1, que no solo pensaron en mí como un cáncer, sino como Cecilia, como mujer y madre. Siempre he sentido la confianza de tener a mi lado a mis médicos de Oncosalud. Tengo los mejores recuerdos de cada uno de los doctores que me ha atendido”.